viernes, 13 de marzo de 2009

Falsas nociones del amor: el “amor” fatalista


Hace ya un par de meses me puse a conversar con una amiga y salió a colación el tema del amor. Fue una experiencia sumamente beneficiosa para mí, porque ambos teníamos opiniones muy distintas acerca de lo que es el amor y gracias a ese debate pude articular mejor mi propio punto de vista al respecto. En conclusión, -para aquellos a quienes les gusta saber la conclusión desde el principio- mi idea de amor pude calificarse como no fatalista, desinteresada y carnal. Además, no creo que el matrimonio sea para ser feliz…


Nuestra charla de esa noche trató sobre muchas cosas, pero entramos de lleno al amor como problema -como tema que invita a la reflexión- cuando me hizo esta pregunta: ¿Tú no crees en las almas gemelas, no? Yo le dije que no. Personalmente, no creo que Dios ni ninguna otra entidad sobrenatural hayan dispuesto a alguien para que sea mi compañera. Voy a omitir la discusión metafísica -que no ha de interesarle más que a un puñado de intelectuales como yo- y pasaré a desplegar el razonamiento implícito en dicha doctrina y sus consecuencias prácticas.


Si Dios -o lo que fuera- ya me ha “atado” a otra persona, entonces yo no tengo nada que hacer: simplemente, me queda esperar a que esa persona venga por sí misma. Y una vez que llegue todo madurará por sí solo sin que yo tenga nada que hacer -nada que aportar- de mi parte. La consecuencia de esto es que la responsabilidad por la propia vida y por la buena salud de la relación de pareja es proyectada hacia fuera en lugar de ser asumida por la persona. Es decir, su “locus de control” es externo. Se olvida con mucha facilidad que “se puede delegar la autoridad, pero no la responsabilidad”. En ello solo puedo ver una idea del amor sumamente infantil por narcisista e irresponsable.


Una de las cosas que más censuro yo a la inmadurez que impera en Occidente es su nula inclinación al “sacrificio”, esa incapacidad de darse en oblación a otro. Los jóvenes han sido tan engreídos que creen que no solo sus padres, sino también que todo el universo existe solo para servirles. Están tan atrapados en su propio egotismo que no pueden ver el mundo salvo en función de sí mismos. Ojalá fuera por una deficiencia genética, pues podría disculparlos como intrínsecamente “débiles”. Más bien, pienso que son cobardes.


Por mi parte, yo creo que una relación de pareja saludable se construye y no solo con las celebraciones pomposas de los aniversarios y las frases trilladas, sino en el día a día, en lo ordinario que visto en su conjunto se revela como algo extraordinario. “Cuidar” -estar pendiente- de alguien por un día es meritorio, pero no parece a simple vista -para el ojo no entrenado- algo tan extremo como escalar los Himalayas o cazar un cocodrilo con las manos desnudas. Sin embargo, mantenerse fiel en esa acción día tras día hasta llegar al aniversario de los treinta años de casados, ¿no es toda una proeza? Los occidentales han malacostumbrado a sus jóvenes exaltando en su cultura lo pomposo como distintivo de valor como en las películas de Hollywood donde las explosiones tienen que ser muchas y aparatosas para que la película sea “buena” o en el atuendo gangsteril que ha tomado la juventud, repleta de cadenas y anillotes que, encima, la mayor parte de las veces son solo de fantasía. Tan de fantasía, tan falsas, como sus vidas y sus “amores”. No todo lo que brilla es oro, pero para concretar lo que dijo el Principito -“lo esencial es invisible a los ojos”- habría que agregar que “no solo lo que brilla vale”.

domingo, 1 de marzo de 2009

México lindo y querido (y budista)


México, México, México… ¡Cómo te extraño, mi México! Acabo de volver de visitarte y ya te estoy echando nuevamente de menos. Uno de tus hijos me ha adoptado como su paisano. Dijo que podía pasar por mexicano. Él es yucateco, jarocho que le dicen. Y yo le contesté que si no era mexicano en el papel ya lo era de corazón… ¿Podría ser de otra manera? Imposible. Quienes me conocen y conocen la historia de mi familia saben que mi familia y yo estamos unidos indisolublemente a ti, mi México… ¡Qué viva México!


--o--


Y ahora sí, volviendo a los temas de este blog, puedo comentarles mis aventuras por las tierras de los charros y los mariachis. En uno de los hoteles en los que me hospedé, me encontré con un libro titulado “La enseñanza de Buda”. Ya se imaginan de qué trata el librito naranja así que pasaré a contarles la anécdota. El libro estaba muy interesante y además era bilingüe (edición inglés-español) así que se me ocurrió adquirirlo. Lo habían puesto en mi habitación de la misma forma en que los Gedeones suelen poner Biblias o Nuevos Testamentos a disposición de los huéspedes, esos de tapas azules. Consulté en el Lobby del hotel cuánto me costaría adquirir uno y me la hicieron larga. Era avanzada la tarde cuando hice la consulta y la persona encargada ya se había retirado. Pero al día siguiente me volví a acercar al mostrador y me informaron que me lo regalaban… ¡Oh, sí!


Me fui recontento de ese hotel y seguí mi programa de viaje. Luego me tocó retornar al D.F. para tomar mi vuelo de regreso a Lima, pero como tenía un día libre lo aproveché para vaciar las librerías de la ciudad y probar suerte en otro tema… En el libro aparecía una dirección en el D.F de la organización que publicaba el libro*. Además, había visto la página web de esta organización y vi que tenían varios materiales de calidad en inglés y en japonés. Pensé que sería interesante consultar si tenían más material disponible en español e hice mi llamada telefónica. Así fue, y ese día que tenía libre fui a conocer su filial mexicana. Me recibieron excelentemente, como buenos mexicanos y budistas. Y descubrí que allí mismo hacían servicios religiosos de la escuela Shin de Budismo de la cual yo he estado investigando durante años. Fue muy emocionante para mí, porque había investigado sobre esa escuela por mis libros y por Internet y conocía la existencia de una misión en México sin saber dónde quedaba exactamente. Como le dije a Pablo, uno de los amigos que me recibió allí, “me he sacado dos clavos de una sola tirada”. Y sí que sí… Compré un libro titulado "Pensamientos budistas para la vida" y un libro del servicio religioso de aquella escuela de budismo. Le ofrendé un poco de incienso al Buda Amida y me despedí de mis nuevos amigos. Hago votos por que este breve post sea el comienzo y no el fin de esta linda historia…


* La organización a la que aludo es la Bukkyo Dendo Kyokai; en este caso, la Bukkyo Dendo Kyokai de México, A.C. (Asociación Promotora de Budismo en México)