sábado, 1 de noviembre de 2008

Glosa a las Analectas de Confucio (1.1)


Confucio dijo: "¿No es una alegría estudiar con dedicación y después poner constantemente en práctica lo que se está aprendiendo? ¿No es un placer tener amigos que vienen de lejos? ¿No es acaso propio de un caballero no incomodarse cuando los demás no se percatan de su presencia ni reconocen sus méritos?"

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GLOSA

A diferencia de lo que ocurrió en Grecia -donde se exaltó la razón como un Logos descarnado que el cristianismo tuvo que recuperar-, en Oriente pesa más la práctica que el asentimiento intelectual. La alegría no consiste en el mero saturarse de conceptos, sino en descubrir una forma más benigna de conducir la propia existencia. Podemos plantearlo de esta manera: si descubres un remedio más efectivo para curar una gripe que te tiene apenado, ¿no es lógico esperar que pongas de inmediato manos a la obra para aplicártelo? Si no lo haces es una de dos: o no estás realmente convencido de ello y tu asentimiento ha sido por cortesía o eres una persona indolente hasta consigo misma. Y es a partir de ello que podemos afirmar que no se da un verdadero "creer" -palabreja de la que tanto gustan los occidentales- sin un cambio en el "hacer": sabemos de aquellos fuegos por estos humos. Esta "sinceridad con uno mismo" resulta fundamental cuando lo que se discute es un remedio para la propia alma porque si uno no colabora no hay sanación posible. De allí lo absurdo que resulta desde Oriente la obsesión que manifiestan ciertas religiones por los credos y su imposición. Aquí no hay un moralismo al estilo levantino (judío, cristiano o musulmán): uno no toma el remedio por deber, sino porque sabe y cree sinceramente que le hará bien. Si no, no lo hace ni tiene que hacerlo ni debería hacerlo porque no le va a hacer ningún efecto. Es así como puede darse la alegría en el esfuerzo -que suele ser enorme por la inercia- de cambiar las costumbres: porque en realidad no se está haciendo esfuerzo alguno en ello si lo entendemos como la aplicación de una fuerza contra algo que se nos opone. El remedio es para mí, yo no me opongo, no hay nececidad de hacer esfuerzo: basta con un empujoncito. Esa es una de las ideas fundamentales de la noción del Tao que los más entendidos deben de haber vinculado con facilidad con la expresión "wu wei". Nunca lo enfatizaré suficientemente: el remedio (la lección) es para uno mismo porque uno mismo reconoce sus limitaciones. Así que deja de criticar a los demás y abandona de una buena vez la práctica estéril de lanzarle sermones a quienes no quieren ni oírte en primer lugar.

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