domingo, 16 de noviembre de 2008

Glosa a las Analectas de Confucio (1.3)


El Maestro dijo: “La charla ingeniosa y las maneras afectadas rara vez van de la mano con la benevolencia”.

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GLOSA

¡Cuán pertinente resulta ser esta frase en nuestros tiempos dominados por el Marketing! Porque el Marketing no solo ha remodelado la forma en que se anuncian los productos por la televisión, sino que además de ello -e igualmente gracias a la televisión- también ha ejercido su influencia en las formas de socialización de las personas. Cuando vemos que las relaciones de pareja son cada vez más efímeras y fracasan en números cada vez más elevados y que proliferan como justificaciones para la ruptura argumentos del tipo “es que ya no me conviene” o “es que ya me aburrió” no nos debe extrañar la razón por la que se da tanta ausencia de madurez a la hora articular un matrimonio exitoso: ahora todos somos bienes de consumo para usar y desechar. Pero en fin, ese es otro tema…

Volviendo a lo que dice mi paisano, este comentario me hace recordar una historia que circula por Internet desde hace varios años –en forma de cadena, para más señas- en una de esas sumamente inspiradoras presentaciones PowerPoint: la historia de la carreta. La historia cuenta que un día cualquiera estaban un padre y su hijo trabajando su campo de cultivo cuando empezó a escucharse a lo lejos un sonido como de traqueteo que cautivó la atención del muchachito. El hijo interrogó al padre sobre el posible origen de aquel ruido y el padre le respondió que era de una carreta vacía. Efectivamente, poco después el hijo logró divisar en el horizonte la silueta de dicha carreta, pero no le quedaba claro cómo era que su padre podía conocer a la distancia si la carreta estaba llena o no. Tras ser consultado sobre ese asunto, el padre respondió: “Es muy fácil saber esas cosas. Las carretas que van muy cargadas se hunden fácilmente en los caminos por el peso y no traquetean mucho. En cambio, en el caso de las carretas que van más vacías ocurre más bien todo lo contrario…” Como se ve, las lecciones coinciden porque la sabiduría sigue siendo sabiduría aquí y en la China. Es más, si no me falla la memoria, creo que existe una relación etimológica -al menos en el caso de las lenguas romances- entre la palabra vanidad y la palabra vacío. Claro que ese no es el sentido que se le da, por ejemplo, en el título de este blog: vacío en mística no tiene el mismo matiz que en aquella moraleja.

Por otra parte, me he tratado de explicar a mí mismo durante años el porqué de ello y me gustaría compartir aquí mis reflexiones. El dominio de un arte, el que sea, demanda una gran inversión de tiempo. Sin embargo, el tiempo no es ilimitado: cada día no tiene más de 24 horas. Eso implica que al enfocarnos en una materia dejamos muchas otras cosas de lado: a esto se le llama en economía “costo de oportunidad”. Ahora bien, una persona con mucha labia puede serlo por dos razones: debido a una facilidad natural o gracias al aprendizaje y la práctica. En el primer caso, se aplicaría algo que suelo decir: no existe nada más peligroso que el éxito. El éxito que no es crítico consigo mismo nos vuelve autocomplacientes y ya sabemos que quien se duerme sobre sus laureles termina perdiendo la carrera como en la fábula de la liebre y la tortuga. Dado que gracias a este recurso la persona consigue evitarse las exigencias -que no la necesidad- de desarrollar otras habilidades, se quiebra el sistema de incentivos a la madurez que la adversidad le impone a la vida. Eso, claro, hasta que se cumple el principio de Peter que dice así: “En una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia”. Pero cuando se llega a ese punto, por supuesto, ya es demasiado tarde. El tiempo que dejaste correr no lo podrás volver a beber…

En el segundo caso, me parece que ahora sí se aplicaría de lleno el concepto de costo de oportunidad. Porque para adquirir una facultad que no se tiene es necesario concentrarse en ello, pero como el tiempo libre disponible es limitado se deja de aprender otras cosas más sustanciosas. De allí que las chicas muy guapas -y que dedican ingentes cantidades de tiempo a su “cuidado personal” (como si madurar no demostrara el aprecio que uno tiene por su propia vida)- tengan entre nosotros (mala)fama de ser “calabacitas”. Ambas circunstancias, como puede deducirse con facilidad, juegan en contra de que la persona con tales dotes histriónicas sea también una persona sincera o, como dirían los gringos con mucho tino, “real” en el sentido más cabal de la palabra. Así que cuidadito, azaroso lector de estas líneas: recuerda que no todo lo que brilla es oro. ¿Cuál es mi sugerencia? Cada uno examínese y evalúe qué tanto tiempo se dedica a cultivarse. Si le dedicas una parte importante de tu tiempo a intentar ser humano y no solo parecerlo -por la misma condición de exclusión que supone el concepto de costo de oportunidad-, sospecho que no tienes de qué preocuparte. Después de todo, nadie es perfecto.

1 comentario:

Alerta Sabrosa dijo...

Me gustó lo de la vanidad y el vacío..... da mucho para masticar XD
Si kieres t linkeo si a eso t referías con enlazar